Hago, luego existo

Hace unos quinientos años, algunas mentes intrépidas se animaron a desafiar los paradigmas de un mundo que hasta entonces era plano, cuadrado, limitado. Era la época que hoy conocemos como “Renacimiento”, donde los estudiosos de las artes, las letras y las ciencias retomaban el espíritu hedonista de los clásicos para salir a buscar nuevos horizontes. Así llegaron los viajes hacia nuevos mundos desconocidos, que convirtieron al planeta (proveniente de “plano”) en un globo (redondo, completo, pero también potencialmente infinito en su circularidad).



Hacia dónde vamos en digital

Hoy, nuestro mundo plano y cuadrado es la pantalla. La de la computadora, la de la tablet, la del Smartphone. Lo digital se impone no solo como medio, sino como un paradigma transversal, que permea en todos los otros universos mediáticos.

 

Como los pensadores del Renacimiento hicieron con la antigua cultura grecolatina, también nosotros estamos en una era en la que volvemos a esos orígenes para cuestionarnos ese mundo cuadrado del monitor y el celular, y desafiar sus paradigmas. Nos preguntamos, como en aquel entonces, dónde estamos parados, hacia dónde vamos. Tomamos todo lo que hemos aprendido de los paradigmas digitales ya establecidos, y nos lanzamos a nuevos mundos como aquellos aventureros que llegaban a nuevos continentes sin saberlo.

 

Descubrir nuevos mundos


Pero ese “no saber” se aleja de aquella máxima socrática del “solo sé que no sé nada”. Es un no-saber que no parte de la ignorancia: parte del aprendizaje. Se acerca más a la actitud cartesiana: “Hago, luego existo”. Porque el hacer es siempre un dudar, un pensar, un cuestionarse, un asumir riesgos. Para ser un aventurero hay que animarse a lo imposible, explorar lo que otros no han explorado, y no tener miedo a las tormentas. De las tormentas siempre salen las mejores ideas.

 

Francisco Goldaracena

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