Por qué Stranger Things no podría situarse en la actualidad (y cómo esto explica su éxito)

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Durante las últimas semanas todos tuvimos un amigo que nos preguntó: “¿Ya viste Stranger Things?”. Internet se obsesionó con este estreno original de Netflix, que la crítica estadounidense considera el verdadero Blockbuster del verano boreal, por encima de las grandes producciones de Hollywood. El furor que alcanzó la miniserie podría ser un excelente caso de estudio en Buzz Marketing. Sin grandes pregones anunciando su estreno, los niveles de audiencia se alcanzaron gracias al boca a boca y a cómo se corrió la voz en redes sociales. ¿A qué se debe ese contagio?

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En gran parte, a su ambientación en la década del ochenta. Si Stranger Things tiene algo especial, es que mientras su modelo de distribución es el más moderno que existe, la historia se ancla tres décadas atrás, y no podría haberse situado en ninguna otra época. Pensemos en el mismo argumento de la abducción de un niño hacia una dimensión paralela. ¿Habría sido tan efectiva si se hubiera desarrollado en el 2016? No. Y estas son las cuatro razones:

1) Los cazadores de referencias

El año 1983 no solo es el universo histórico donde se sitúa la historia. Es también su universo cultural, donde tanto a nivel estético como narrativo los creadores rinden homenaje a la cultura popular de los años ochenta.

Así, capítulo  es un ejercicio intertextual impresionante, donde cada título de cada uno es referencia a alguna obra ochentera emblemática, y hasta los personajes tienen su correlato en algún personaje de esa época. Nancy, por ejemplo, es una clara alusión a la protagonista del primer film de Freddy Krueger, con la que no solo comparte el nombre sino escenas (como el chico colándose por su ventana). Captar ese tipo de paralelismos es uno de los placeres nerds que más cautiva a los que miran la serie.

Podríamos argumentar que la analogía, poniendo otro ejemplo, entre Eleven y E.T. se podría haber generado aun situando la trama en la actualidad. Pero la aplicación de esos cánones de género no habría tenido la misma efectividad –ni el mismo sentimiento de homenaje- sacando la trama de esa década.

2) Las nuevas tecnologías matan el misterio

La incertidumbre y la tensión que se producen en un mundo donde las comunicaciones aún son limitadas le agregan a la historia ese suspenso que nos mantiene en vilo hasta el final, y que hubiera sido mucho más difícil de transmitir en esta era hiperconectada. Ya en la secuencia inicial, la desaparición de Will habría carecido de ese halo de misterio si el niño hubiese contado, por ejemplo, con Whatsapp.

Y podríamos seguir: ¿se imaginan las llamadas telefónicas desde el Upside Down realizadas a través de Skype? ¿O a los chicos enviándose snaps en lugar de usar Walkie Talkies? ¿O googleando cómo hacer una bañera de insensibilización en vez de consultar al genial Profesor Clarke? Las nuevas tecnologías dejan mucho menos espacio a lo desconocido, dos componentes fundamentales para la generación de miedo.

Strangier Things
Dustin consultando a su google personal

 

3) Para creer, hay que alejarse

En cualquier género, la verosimilitud de una historia con fuerte contenido fantástico se sirve muchísimo de una ubicación temporal alejada de nuestro marco de referencia actual. Pensemos en Game of Thrones: podemos creer en dragones y fuego valirio porque la historia se sitúa en un tiempo similar al medieval.

Lo mismo en Stranger Things: el contexto histórico de Guerra Fría, con un menor desarrollo tecnológico, nos facilita la suspensión de la incredulidad. Esa suspensión es necesaria para sumergirse un relato sobrenatural sin que nos asalte la racionalidad actual cuestionando todo lo que sucede desde nuestros parámetros actuales. Como el propio título sugiere, stranger things have happened: antes, en una época que ya dejamos atrás y cuya distancia pareciera dejarnos disfrutar a salvo.

Stranger-Things

 

4) El poder de la nostalgia

Ver Stranger Things es como revivir todas las series y películas que veía cuando era chico”, me decía un amigo al recomendarla. La serie de los hermanos Duffer es un «mimo” al nerd treintañero que creció en los noventa viendo los clásicos de los ochenta, que se emocionó con E.T. y tuvo pesadillas con Alien, que jugó a Calabozos y Dragones y se devoró toda novela de Stephen King que caía en sus manos. Hasta Winona Ryder fue como traída de otra época para protagonizar la serie después de largos años sin papeles relevantes.

Winona Ryder

Como resume el diario Times, Stranger Things es nostalgia que funciona”. Desde la banda sonora hasta el look de los personajes, cada elemento de la serie está diseñado para despertar nostalgia, un sentimiento que, en el tiempo de inmediatez cibernética que vivimos, es uno de los vehículos más potentes de conexión emocional con los contenidos y entre las personas (porque, además, la nostalgia está a solo un clic de distancia). Esa añoranza por el pasado, lógicamente, no se podría haber generado si Stranger Things hubiera abierto con un letrero diciendo “Hawkins, Indiana, Noviembre de 2015”.

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Los fans se apropian de la nostalgia que despierta la serie -y le agregan más nostalgia-.

 

Este éxito de lo nostálgico no es casual, y está enmarcado en una tendencia de la cadena de streaming (y la producción de audiovisuales en general) de apuntar a décadas pasadas como parte de su estrategia. Como habitantes de un país que hace una fiesta anual en torno a la nostalgia, sabemos de sobra el impacto que puede tener marketinear este sentimiento. Y por eso nos sumamos a la celebración de la segunda temporada, desde esta dimensión paralela que conocemos como el mundo digital.

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